Provisión Material
- Marco Antonio Garduño Chávez
- 8 oct
- 6 Min. de lectura
Actualizado: hace 5 días
Por Jairo Carbajal
Dios plantó un huerto y les dio toda clase de árboles cuyos frutos eran deliciosos y buenos para comer. La supervivencia de la familia estaba garantizada.
Esa responsabilidad fue delegada al padre en cada nuevo hogar.
El salmista nos ofrece una bella descripción del hombre bienaventurado, que teme a Dios y que come del trabajo de sus manos, que provee fielmente para su casa, cuyos hijos son como plantas de olivo alrededor de su mesa (Salmo 128).
También el apóstol Pablo establece este principio con firmeza: “porque si alguno no provee para los suyos, mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5.8).
No se trata solo de llevar el dinero a casa, sino de administrarlo sabiamente. Tener un presupuesto. Saber a dónde se va el dinero, decirle a dónde se tiene que ir, para no tener que preguntarnos al final de la quincena ¿a dónde se fue?
Los adolescentes que quieren iniciar un hogar sin tener la capacidad para sostener a la familia cometen un gran error.
Recuerdo a mi amigo Abraham, un prospero hombre de negocios judío. Yo admiraba la sagacidad de los judíos en el ámbito de los negocios. En la ciudad de México muchos de los negocios de telas, de joyería, de ferretería, etc. son propiedad de judíos. Yo quería aprender de él, por eso un día le pregunté: ¿Qué es lo que hacen los judíos para tener tanto éxito en los negocios?
“La clave está en la formación que nuestros padres nos dan en el hogar” —me contestó Abraham. “Dos cosas me enseñó mi padre: me enseñó a trabajar y a ahorrar. Él fue un hombre que nunca falto a su trabajo, aún cuando ya pasaba de los ochenta años de edad iba a su taller de relojería para mantenerse activo. Me enseñó que como jefe de familia era mi responsabilidad llevar a casa el sustento necesario. Si las necesidades diarias del hogar se cubrían con 100 pesos, yo debería salir a trabajar y ganar esos 100 pesos. Si el trabajo que yo tenía no me permitía ganar 100 pesos, entonces tendría que buscar otro trabajo, lavando pisos si fuera necesario, para llevar a casa el sustento necesario. Si el Señor me bendecía y yo ganaba más de 100 pesos, llevaba a casa los 100 pesos necesarios y ahorraba el resto. El hecho de ganar más no significaba que debería gastar más”.
Cuánta falta hace esta clase de actitud en muchos hogares. Necesitamos hombres que acepten esta responsabilidad. Resulta increíble ver en nuestra sociedad “machista” cómo muchos hogares son sustentados por el trabajo de la esposa y de las hijas. El hombre, si trabaja, gasta “su” dinero en sí mismo y llega a casa a sentarse a la mesa para comer lo que la esposa o sus hijas ganaron. ¡Y se enoja si no le sirven lo que a él le gusta!
Yo entiendo que las circunstancias de cada familia son diferentes y pueden ser muy difíciles en algunos casos, pero considero que siempre que sea posible, el hombre debe cumplir su responsabilidad como proveedor y la mujer debe dedicar su tiempo a su casa, administrando con sabiduría los recursos que Dios provee a través de su esposo con la mayor eficiencia posible. Como lo dice Pablo, que sean “cuidadosas de su casa” (Tito 2.5).
En muchas ocasiones la mujer entra al campo laboral por aceptar los conceptos equivocados de la cultura moderna, la cual menosprecia el trabajo de la mujer en el hogar. Pero esto tiene graves perjuicios para los hijos, y para la salud de todos los miembros de la familia, porque entonces la esposa no tiene el tiempo suficiente para vigilar que todos se alimenten en forma saludable.
Cuando la atareada ama de casa llega a casa luego de una jornada de trabajo agotadora, no tiene tiempo y se ve en la necesidad de recurrir a alimentos procesados, carentes de nutrientes y repletos de sustancias químicas que dañan la salud de la familia. Además de que estos productos resultan considerablemente más caros que los productos frescos.
El valor de una madre
A menudo, las esposas que se dedican al hogar se sienten desafiadas cuando alguien les pregunta: “¿Y, usted a qué se dedica?”, las hacen sentir como si su trabajo no valiera nada.
Karol Ladd lo expresa muy bien: “Desafortunadamente, por causa de la sociedad y su manera de pensar, se oye insignificante cuando decimos: ‘Soy mamá y me dedico al hogar’. A pesar de que sabemos que la maternidad es un llamado importante, nos sentimos como si tuviéramos que poder enlistar varios intereses sustanciales fuera de casa para satisfacer a nuestros inquisidores. Antiguamente, dedicarse al hogar era un honor; ¡ahora lo tratan tan sólo como un accesorio en el conjunto de la vida!
Me encanta la historia de una madre a quien se le acercó una joven para hacerle una encuesta en un centro comercial. La persona que hacía la encuesta le preguntó: ‘¿A qué se dedica?’. Ese día se sentía muy audaz y le contestó: ‘Soy gerente en relaciones humanas y desarrollo’. La joven dudó un momento, y lentamente escribió el título, que sonaba tan importante, en su formulario.
Después le preguntó: ‘¿Y exactamente qué es lo que hace?’
La respuesta de la mamá fue invaluable: ‘Mi trabajo requiere de investigación y administración continua, tanto en la oficina como en el campo (traducción: tanto en casa como en el jardín). Actualmente, estoy muy ocupada en tres importantes casos de estudio (traducción: tengo dos hijos y una hija). Es un trabajo muy exigente, y generalmente trabajo todo el día para cumplir con todas mis responsabilidades. Aunque la compensación económica es casi inexistente, la recompensa y la satisfacción que obtengo va más allá de lo que puedo expresar con palabras’.
La investigadora se le quedó mirando con mucho respeto y continuó con el resto de las preguntas. Cuando terminó la encuesta, la madre les sonrió a sus tres importantes casos de estudio, salieron del centro comercial y felizmente, como premio, los llevó a comer a un restaurante de comida rápida.
¡Eso es tener confianza en su trabajo!
Nosotras también podemos tener confianza en el trabajo que hacemos como madres, con la seguridad de que cada día contribuimos en la vida de nuestros hijos. A pesar de que pasemos la mayor parte de nuestro tiempo en la oficina, en la escuela, en el hospital, en una tienda, en una fábrica o en casa, antes que nada, primero somos madres, y continuamente construimos valores y visiones en la vida de nuestros hijos. En efecto, es muy fácil agobiarse y dejarse influir indebidamente por las expectativas de nuestra cultura, ¡Pero no haga caso de esas mentiras! Manténgase firme en lo que usted sabe en lo profundo de su corazón: usted es absolutamente esencial en su hogar y en la vida de sus hijos. Su trabajo vale más que el dinero; ¡tiene valor eterno!”1
¿Cuánto cuesta que la mujer trabaje fuera de casa?
La madre debe considerar seriamente los costos que se generan cuando decide trabajar fuera del hogar. Por lo general encontrará que el costo es mayor que los beneficios. Considere la siguiente lista:
Guardería (a menos que deje a sus hijos con algún familiar)
Transporte público
En caso de tener auto: Mantenimiento, gasolina, seguro, etc.
Ropa de oficina: zapatos, medias, tintorería.
Comida rápida cada vez que no tiene tiempo de cocinar.
Incremento de gastos médicos porque los niños se enferman más cuando están en una guardería.
Ayuda adicional en la casa porque no hay tiempo para hacer muchas cosas por sí misma.
Teléfono celular para poder ser localizada en cualquier momento.
A todo lo anterior hay que agregar el costo incalculable de que los hijos crezcan sin la presencia de su madre y los riesgos que esto conlleva.
Es muy probable que si se hacen ajustes en el presupuesto familiar y se buscan opciones de ahorro y eficiencia, a la larga resulte más benéfico que mamá permanezca en el hogar.
El materialismo
Cuando el padre toma con excesivo celo su papel como proveedor del hogar, puede caer fácilmente en el extremo del materialismo. Puede creer que mientras más les dé mejor padre será. Puede llenar a sus hijos hasta el exceso de alimentos, ropa, juguetes.
Necesitamos entender que la provisión no es Dios, la provisión no es lo más importante. Nuestra vida no debe girar alrededor de lo que tenemos. El centro de nuestro hogar debe ser Dios. La familia existe para servir a Dios y para cumplir sus propósitos para la bendición de toda la humanidad. Como lo expresa Larry Christenson: “La familia cristiana no existe para su propio beneficio. Fue creada para dar gloria y honra a Dios. La bendición de cada uno de sus miembros es un subproducto”.2
1. El poder de una madre positiva. Karol Ladd. Casa Creación.
2. La Familia Cristiana. Larry Christenson. Editorial Betania.
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